11 de octubre de 2011

Resident Evil Hora Cero parte 3

Si ya se me re colgue...Pero volvi estaba re bago pero bueh todos somos asi.
Aca les dejo la tercera parte del libro


Billy se inclinó hacia adelante mientras se guardaba cuidadosamente bajo el jersey las chapas de identificación para que no tintinearan, y se movió con sigilo hasta asomar la cabeza por el canto del asiento junto al pasillo. Alguien estaba
atravesando la puerta que conectaba un vagón con otro; alguien delgado, bajo, una chica, o quizá un chico muy joven, cubierto con un chaleco antibalas de Kevlar y ropa militar de color verde. Billy consiguió distinguir unas letras en la espalda del chaleco, un S, una T, una A…, y entonces él o ella desapareció de su vista.
STARS. ¿Habrían enviado un equipo en su búsqueda? No podía ser, no tan
deprisa. El jeep había volcado hacía cosa de una hora, como mucho, y los STARS
no tenían relación directa con el ejército, eran una rama del Departamento de
Policía,  nadie  los  habría  hecho  intervenir.  Probablemente su  presencia  estaría relacionada con los perros que había visto antes, evidentemente alguna manada salvaje mutante. Normalmente, los STARS se ocupaban de la mierda local que los polis no podían o no querían tocar. O quizá hubieran acudido a investigar qué le había pasado al tren.
No importa el porqué, ¿o sí? Tendrán armas, y si averiguan  quién eres, este rato de
libertad será el último. Lárgate de aquí, ahora mismo.
¿Con perros mutantes corriendo por los bosques? No saldría sin una arma, de ninguna manera. Tenía que haber alguien de seguridad en el tren, un tipo de
uniforme con una pistola, lo único que tenía que hacer era buscarlo. Iba a ser arriesgado, con los STARS ahí dentro, pero, bien mirado, sólo había uno. Si tuviera que…
Billy negó con la cabeza. Ya había visto muerte más que suficiente en las Fuerzas  Especiales.  Si  no  podía  evitarlo,  allí  y  en  ese  momento,  lucharía  o escaparía, pero no volvería a matar nunca más. Al menos no a uno de los buenos.
Billy se puso en pie, inclinado hacia adelante, con las esposas colgándole de la
muñeca. Primero miraría qué había en ese vagón, luego se iría alejando del STARS intruso, y vería qué podía encontrar. No tenía sentido enfrentarse con él si podía evitarlo. Simplemente…
¡Bam! ¡Bam! ¡Bam!
Tres  disparos, procedentes del  vagón  de  delante. Una  pausa,  luego  tres, cuatro más, y después silencio.
Al parecer no todos los vagones estaban vacíos. Sintió que el nudo en el estómago se le estrechaba aún más, pero no permitió que eso lo detuviera. Cogió el primer portafolios que encontró y empezó a revolver su contenido.
En el primer vagón no había vida, pero algo muy malo había ocurrido allí, de eso no cabía duda.
¿Un choque? No, la estructura no está dañada… ¡y hay mucha sangre!
Rebecca cerró la puerta a su espalda, aislándose de la espesa cortina de agua,
y contempló el caos que la rodeaba. El vagón había sido elegante, con paneles de madera oscura y moqueta cara, lámparas antiguas y papel pintado con relieves aterciopelados. En ese momento había periódicos, portafolios, abrigos y bolsos, abiertos y tirados por todas partes. El panorama parecía el de un choque, y las gotas y las manchas de sangre que cubrían en grandes cantidades las paredes y los asientos parecían confirmar esa teoría.
Avanzó por el interior del vagón, apuntando con la pistola a un lado y otro del pasillo. Había unas cuantas lucecitas encendidas, lo suficiente para ver algo, pero las sombras eran espesas. Nada se movía.
El respaldo de la silla que tenía a la izquierda estaba manchado de sangre.
Alargó la mano y tocó una de  las  manchas. Rápidamente se  la limpió en los
pantalones con una mueca de asco. Era fresca.
Luces  encendidas,  sangre  fresca.  Sea  lo que sea lo que ha pasado, ha ocurrido hace
poco.
¿El teniente Billy quizá? Estaba acusado de asesinato… Pero a no ser que tuviera toda una banda con él, no parecía probable; la destrucción era demasiado amplia,  demasiado  exagerada, más  parecida  a  un  desastre  natural  que  a  una situación con rehenes.
O como los asesinatos del bosque.
Asintió  mentalmente,  respirando  hondo.  Los  asesinos  debían  de  haber actuado de nuevo. Los cuerpos que se habían recuperado estaban desgarrados y mutilados, y las escenas del crimen seguramente tenían el mismo aspecto que ese vagón de tren, con sangre por todas partes. Debía salir, hablar por radio con el capitán y llamar al resto del equipo. Comenzó a volverse hacia la puerta, y dudó.
Primero podría comprobar que el tren es seguro.
Ridículo. Permanecer ahí sola sería una locura estúpida y peligrosa. Nadie esperaría que revisara la escena de un crimen ella sola, eso suponiendo que alguien hubiera sido asesinado. Por lo que sabía, también podría haber habido un tiroteo o algo así y el tren podría haber sido evacuado.
No,  eso    que  es  estúpido.  Habría   polis  por  todas  partes,   equipos  médicos  de urgencias,  helicópteros, periodistas… Pasara  lo que pasara, soy la primera persona que ha
entrado aquí… y asegurar la escena es la máxima prioridad.
No pudo evitar preguntarse qué dirían los muchachos cuando vieran que se
las había arreglado sola. Tendrían que dejar de llamarla «nena». Como mínimo superaría su categoría de novata mucho más de prisa. Podía echar un vistazo rápido,  por  encima,  y  si  algo  parecía  aunque  fuera  mínimamente  peligroso, llamaría al equipo inmediatamente.
Asintió  mentalmente.  De  acuerdo.  No  tendría  problemas  por  echar  un vistazo. Respiró hondo y comenzó por la parte delantera del vagón, pisando con cuidado entre el desparramado equipaje. Cuando alcanzó la puerta de conexión, se armó de valor, la atravesó rápidamente y abrió la segunda puerta sin darse tiempo para repensárselo.
¡Oh, no!
El primer vagón ya había sido duro, pero allí había gente. Cinco personas, que pudiera ver desde donde se hallaba, y todos claramente muertos, con los rostros destrozados por las garras de algo desconocido y los cuerpos empapados de una oscura humedad. Unos cuantos estaban desplomados sobre los asientos, como si los hubieran asesinado brutalmente en el sitio que ocupaban. El olor a
muerte se podía tocar, como el del cobre y las heces, como la fruta podrida en un día caluroso.
La puerta se cerró automáticamente a su espalda y Rebecca pegó un brinco,
con el corazón latiéndole con fuerza y vagamente consciente de que todo eso era demasiado para ella. Tenía que pedir ayuda, pero entonces oyó los susurros y se
dio cuenta de que no estaba sola.
Apuntó  con  la  pistola  hacia  el  pasillo  vacío,  sin  estar  segura  de  dónde procedía el sonido y con el corazón funcionándole al doble de velocidad.
—¡Identifíquese! —dijo, con una voz más firme y autoritaria de lo que se esperaba. El susurro continuó, estrangulado y distante, extrañamente apagado en medio del silencioso vagón. Supuso que así sonaría un asesino loco, murmurando para sí mismo después de disfrutar de una masacre.
Estaba a punto de repetir la orden cuando, sobre el suelo, hacia la mitad del pasillo, vio el origen del susurro. Era una radio minúscula, al parecer sintonizada en una emisora AM de noticias. Fue hacia ella, aturdida por el alivio. Después de todo, sí que estaba sola.


Bueno aca termina el tercer capitulo del libro.si me acuerdo subire mas pronto












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